jueves, 30 de mayo de 2013

Vinos de Autor 2013 (Parte 2)

Si venís de la primera parte es porque todavía tenés sed de más vinos. Vinos de Autor se desarrolló en dos días, y el hecho de haber ido el segundo me generaba un tanto de inseguridad (no de la sensación que se siente en la calle) respecto a caer en un lugar con mucha gente. 

No es que le tenga fobia a la gente pero los eventos a veces se convierten en algo así como intentar tomar un vino en el campo de U2 en el estadio de La Plata. En este caso, y aunque el salón no era grande, se podía caminar sin grandes problemas.

Aunque mi par de compañeros de emociones no estaba de acuerdo yo quise pasar por Yacochuya a probar el 2009. Es cierto, necesita unos 3 años en la botella para no sentir que masticás el racimo de uva junto con las semillas y un poco del tronco del árbol. Típico del norte, y típico de la bodega, el Yacochuya es uno de esos vinos que se compran y se guardan, siempre. Salvando las distancias hay que tener la misma consideración para el consumo de este vino como los Barbaresco italianos. Lo bueno: siempre y cuando no lo guardes arriba de la heladera a 25 grados de temperatura, el vino se aguanta un par de décadas. El tema es que nosotros nos aguantemos tanto tiempo sin abrir una botella. Abrite un 2009 dentro de 4 añitos y va a haber sido mejor inversión que el dólar.

Estábamos cerda de Finca Decero y no podía dejar de pasar por el stand ya que para mí representa un momento importante. Hace un poco más de seis meses conocí a la Guerrillera, y sabiendo que es fanática del Cabernet Sauvignon elegí el Remolinos Vineyard de la bodega para nuestro primer encuentro. No sólo porque me gusta, sino porque exprimo al máximo el juego de palabras. Me parecía correcto que, si iba a conocer al amor de mi vida, empiece Decero

La gama de vinos clásica ya es un Single Vineyard (vinos que provienen de un solo viñedo, lo que puede darnos una idea del resultado final en su elaboración), a un precio accesible (cerca de los $90). Después le sigue el Petit Verdot, el segundo Petit Verdot que más me gusta del mercado. Y por último el Amano, un blend sofisticado y que merece un disco de Jazz de fondo.

Ya que Francisco y su hermano querían pasar por Laborum nos fuimos en patota a atacar con los pedidos de refill de la copa a la pobre chica que temía porque alguno se le abalance a las botellas y se vaya corriendo al grito de "¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad" como diría Peter Capusotto. 

Probamos casi toda la nueva linea de los Laborum (alrededor de $150) y debo admitir un gran cambio respecto a ediciones anteriores. Antes los vinos eran más complicados de tomar. Ahora los adaptaron al público como para que se puedan consumir sin morir en el intento. Rescato como grandes vinos tanto el Tannat como El Porvenir. El Tannat, para ser un vino con estructura y cuerpo, lograron hacerlo bastante amable. Algo así como Arnold Schwarzenegger pero trabajando de gobernador de California. El Porvenir ya deja un poco la amabilidad para darle presencia a otras características más delicadas e interesantes. Quizás en la gama de precios que están compiten con muchos otros vinos de la misma calidad, pero valía la pena aclarar que ya no son lo mismo. Si querías que cambien, ahora volvé a conocerlos.

Hay un nuevo producto en el mercado de la mano de Matias Riccitelli. Aunque tiene tres excelentes y muy diferentes vinos, y aunque el República del Malbec sea una bestia, apunto más al vino de la gama más baja que creó. Un tanto porque la etiqueta me parece genial, otro tanto porque el nombre "The Apple" es una muestra de la mirada fresca y moderna y otro porque el vino la rompe. Éste es un vino que elegiría para introducir al mundo del vino a un neófito que quiere tomar un tinto sin pasar por los kilos de roble francés y taninos de la uva. La gama más baja de los vinos de él y encontró un lugar donde competir con algo diferente. Un aplauso para la manzanita.

No pude dejar de pasar por Riglos para probar el vino que, a mi entender, es superior a los 100 puntos que le dio Wine Enthusiast. Hace un año había dicho que el Riglos Gran Corte era una máquina en la boca, pero probé de nuevo el Riglos Gran Cabernet Franc y sigo diciendo que es el fiel competidor para mi gusto del Pulenta Gran Cabernet Franc. Ambos son, a mi gusto, los mejores Cabernet Francs del país. Están entre 150 y 220 pesos, pero a veces algo nuevo vale la pena. Más si considerás que eso te sale llevar al Mc Donald's a tu sobrinita. Dale. Comprate una botella y desconá la noche.

Recuerdo el año pasado haber visitado la bodega de Casarena con Grand Cuvee como pseudo-propietario-empleado-enólogo-sommelier-fabricante-de-sonrisas de la bodega. Llegar y ver a la personificación del Samba en una bodega que, gracias a unos cambios, logró reestablecerse con vinos que están geniales. Me pasó lo mismo con Durigutti, siento que ambas bodegas encararon la elaboración del vino de una forma muy atractiva. Ya que conocía casi todos los vinos de la bodega y ya he hablado de lo tanto que me gustan, esta vez fui a lo que Decanter eligió como uno de los 5 vinos argentinos mejores del año, el Casarena Jamilla’s Vineyard. Coincido con la publicación, el vino es glorioso.

Decidí terminar la feria pasando por Sophenia, primero porque el Reserve Malbec es un hermoso vino por el precio que se ofrece y lo había abierto hacía poco con mi suegro (Dios me dio cuñados que no toman vino...), y porque también tengo un Synthesis Blend guardado para llevar a Santa Fe cuando tenga que demostrar a la familia política quién es el alcohólico que sabe tomar rico. El Blend ya está una gama de precios más alta pero por algo lo compré, por algo lo pagué y por algo lo voy a abrir. A mi me gusta, porque el vino la rompe.  

Párrafo aparte tenía ganas de hablar  un poco de los personajes que no se nombran. Los enólogos.

En este caso quería reflexionar un poco sobre como veo al mundo del vino y a la evolución que está teniendo todo el gremio en conjunto. Por suerte veo que la gente, de a poco, se descontractura un poco. Ya no mueven el mercado los personajes formales que se dedicaron por décadas a describir al vino como un conjunto de aromas o sabores.

Aunque cueste un poco algunos locos que todavía nos sentimos jóvenes le intentamos meter Rock a todo esto. Y no hablo de cocaína, prostitutas y guitarra eléctrica, porque la guitarra se me rompió. Hablo de darle una mirada humana, con emoción, con sensaciones, con ganas, con fuerza, con tristeza, con energía... Porque un vino con sabor a frutos rojos no es energía. Un vino con sabor a SALTA es energía, a su gente, a su sol, a su tierra, a la potencia del planeta. No necesitamos vestirnos de ambo, saco dos botones, camisa lisa, corbata, pelo engominado Lord Cheselin, perfume con olor a viejo y caminar erguido como si no perdiéramos todas nuestras noches chateando o viendo películas encorvados frente a la PC.

Una nueva camada de enólogos está generando un cambio en el vino. Porque el vino es elaborado por una persona, y como piensa, como siente, como come, como toma, como sueña, todo influye en su forma de hacer al vino. Así ahora hay eventos donde se mezcla el Rock con el Vino, también hay enólogos como "Juampi Miche", que le meten samba a las barricas. Juampi Miche, ¿no les parece mucho más humano llamarse así en vez de usar nombre, segundo nombre, apellido, cargo y premios ganados?... ¿No es mejor conocer al enólogo tal cual es, y aceptar que si te gustan sus vinos es porque forma parte de cómo vive su vida?

En Sophenia me encontré con Rogelio Rabino, un pibe, ¡un pendejo!, encargado de romperse el lomo para lograr vinos que, a mí, me hacen feliz. Vinos que descorcho sabiendo que voy a quedar como un groso, como un conocedor, cuando no soy más que otro pibe, otro pendejo común y corriente, al que le gusta tomar buen vino, y disfrutarlo. Charlar con Rogelio y que me diga "vos sos jodido ahí en Twitter!" con esa sonrisa pícara me hace querer más a sus vinos. Porque yo quiero tomar buenos vinos, de buena gente. No hay nada de distinto entre cocinar un plato y que alguien lo aprecie o abrir un vino y que uno pueda apreciar que el "cocinero del vino" es un par como uno, alguien que te hace sentir más cerca de eso que te saca una sonrisa...

Me pasó lo mismo con Pato Reich. Pato (Patricio), dueño de la Bodega Renacer, es un chileno amante del vino. Ama al vino. Te das cuenta cuando lo escuchás. Tiene 33 años (la misma edad que yo) y el pibe (porque es un pibe) te habla del vino con amor, y a su vez hace algo que no todos hacen: te escucha. Se me ocurrió darle mi opinión personal sobre el vino que ellos hacen (Enamore) y sobre como enfocarlo, hacia qué lado enfocar la venta porque, quizás, estoy cerca del público y entiendo bien qué busca y cuándo busca algo la gente. Y el tipo me miraba y me escuchaba. Y alguien que se ocupa de hacer algo con pasión y con ganas de que le guste a la gente, es alguien a quién quiero cerca y banco. Porque el gremio se basa en acciones de prensa, en que te inviten a lugares y vos opines sobre eso, salvo unos pocos que no aceptamos la presión del vil metal. Entonces, yo, en lo personal, decido bancar y apoyar a los proyectos de las bodegas que logran buenos productos y están manejadas por buenas personas.

Es simple, si quiero que un vino venga a mi mesa, prefiero los que sé que están hechos por gente como uno. Personas más cercanas a nosotros que a dioses. Personas con las que podés reírte de la vida y demostrar que, en definitiva, estamos acá porque el vino nos hace feliz. 


 
El Guerrillero Culinario

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