miércoles, 27 de mayo de 2015

(Internacional) Comer en Palermo - Pescado, pasta, vino y mafia

Sicilia es una isla, y como tal está aislada. Lo que digo puede sonar un tanto estúpido, un chiste bobo, un juego de palabras berreta, pero es importante tener en cuenta ese detalle, más si venís recorriendo Italia como lo hacíamos nosotros, con todo en la palma de la mano.


Si hubiésemos sabido que Nápoles era tan feo habríamos dedicado más tiempo a Sicilia. Porque el problema en las vacaciones (o en este caso la luna de miel) es el tiempo.


A diferencia del resto de Italia, que está muy bien interconectada entre ciudades con el sistema férreo rápido, bastante puntual y cómodo, en Sicilia los trenes son igual de lentos que en Buenos Aires, o directamente no hay comunicación entre algunas ciudades, salvo que quieras tomarte 5 o 7 horas para llegar de un lado a otro.


Por eso conocer la isla no es
tan divertido como recorrer el norte italiano donde apenas te toma media hora o un poco más para ir de una ciudad a otra. Dado que uno no tiene todo el tiempo del mundo para recorrer conviene ser prácticos y dividir a Sicilia en norte y sur, y decidir qué parte recorrer.



Como Palermo es el principal punto de llegada por avión (Trapani tiene un aeropuerto cerca y Messina es la vía de entrada por tren), decidimos hacer base en el norte y recorrer sólo esa parte de la isla.



Sí, ya sé que Ragusa, Catania, Siracusa y Taormina son hermosos lugares para conocer. Pero teníamos 4 días y nos no disponíamos de un helicóptero para viajar de un lado a otro. 






Bueno, el tema es que llegamos a Palermo y decidimos empezar a recorrer lugares más allá del Mercato Ballarò, que está buenísimo, pero a veces uno quiere sentarse a comer y que te sirvan algo rico.



Si hay un restaurante en Palermo al que volvería una y mil veces es Antica Pasticceria Amato. Aunque se llame Pasticcería tiene un salón anexo que funciona como una especie de bodegón para palermitanos muy tradicional. Te atiende una pendeja macanuda (porque podía decir una joven, pero esa es la mejor definición), muy confianzuda, que si le agarrás la mano y le hablás con buena onda te arma un antipasto variado como para que comiences a disfrutar de una experiencia de sabores inolvidable.



El cocinero, Franco, un tipo grandote, robusto, con cara de bueno, se encorvaba frente a los fuegos y armaba platos simples con tanto pero tanto sabor que automáticamente te llevaba a cerrar los ojos para disfrutarlo y guardar esa sensación en el momento. Acá probé los fideos con pesto genovés y siciliano (dos pestos diferentes) más ricos de todo Italia. El tipo encima vino y nos dijo "el pesto es re simple, sólo tiene albahaca, oliva y ajo". Sin embargo las cantidades exactas son materia de postgrado en la Universidad del Pesto Genovés de Liguria.


Acá te dejo mi receta por si querés hacer este mismo plato:







Un lugar de esos lugares que ves por fuera y no esperás que te sorprendan es Antica Trattoria Pizzeria Enzo. Está a una cuadra de la estación central de trenes, en una cortada perdida, y a lo sumo tus expectativas son "con comer bien me alcanza". Imaginate que llegamos y el cocinero y el dueño estaban sentados mirando un partido de futbol. 



Cuestión que nos sentamos y empecé a darle charla al dueño, que oficiaba de mozo, al punto que hablamos de política, mafia (tema típico para charlar en la isla), lugares para recorrer, Argentina, Italia y yo qué sé cuantas cosas. Al final ya eramos casi amigos, porque es fácil hacerse amigo de un tipo que tiene un restaurante donde ofrece un buen producto, con buena atención y a precios realmente accesibles.


Nos trajeron una linda tabla de antipastos variados a los que acompañamos con dos platos de pasta tamaño "Argentina" porque a diferencia de la costumbre del primero y segundo plato acá te sirven como para que elijas uno y comas hasta reventar. Evolución gastronómica orientada al público. Total para ellos era lo mismo y cuando vino la cuenta nos costó menos de lo que esperábamos gastar sentando el culo y charlando con buena gente.


Video-Receta: Amasar fideos caseros








Éste ue el primer lugar al que caímos en nuestros días por Palermo. A veces no sé si tenemos suerte o es el superpoder del olfato para detectar lugares donde uno puede comer bien. No te digo que fue la mejor comida del mundo pero merece ser compartida acá, donde mis hermosos seguidores están atentos a buena relación precio calidad a la hora de sentarse y llenar el buche.


Si bien no es un lugar barato tampoco es caro, aunque ver al dueño de joggins negros fue demasiado para una mente con imaginación. Ojo que pedís vino de la casa y te traen un litro, porque ante todo, son exagerados. No nos pareció caro porque la entrada (bruschetta di pomodoro) estuvo de más, aunque pensándolo bien fue fundamental para comenzar el viaje por la isla. Los Spaghetti con sardina estaban saladísimos y con MUCHO sabor a pescado, tal cual esperaba que se sienta el plato. Como meter la boca en el mar. Mientras tanto pichaba del plato de la Guerrillera unos cremosos y delicados fideos son crema de salmón ahumado de la cual acá tenés la receta.






Veníamos caminando cerca del Teatro Massimo de Palermo (que es la zona donde está Amato) pero había mucho restaurantecito turístico que no nos llamaba la atención para nada, hasta que, perdido media cuadra para adentro, encontramos a Lo Sparviero.

El lugar es simple, al lado nuestro había un par de mesas con chicos, lo cual demostraba que el público era más local que turístico. Arrancamos probando unas excelentes y ricas bruschettas mientras veíamos una situación extraña justo frente a la caja.

Llega un hombre, mediana estatura, caucásico, pelo corto, remera, campera de cuero, pantalón de jean, con aires de jefe supremo (aunque bien se notaba que era un pichi). Se pone a hablar con el dueño, abre la puerta de la cocina y saluda en general haciéndose el langa. Se sienta y le traen comida. Después discuten sobre algo que no logro entender del todo porque agarraba la mitad de las palabras del dialecto que decían. Mientras se daba esta situación nos llegaba una pizza siciliana, tenía exactamente el sabor que "imaginé" que tenía que tener con ese nombre. Esa mezcla intensa de sabores salados, amargos, picantes y ácidos que te hace pensar en Sicilia. 

Intensa como la escena que estábamos viendo. No había ni gritos ni insultos. Era más bien un intercambio de poder, un arreglo. Para mí estábamos frente a un apriete de la mafia. O de la policía. Complicado separar a ambos.

Ya finalizando la comida me acerqué a pagar en la caja, más que nada para ver qué onda con todo eso. Un poco porque mi 50% italiano se sentía impotente, ultrajado, y mi 50% argentino quería exteriorizar la bronca armando quilombo contra este personaje nefasto porque, total, yo no era más que un turista al que no iban a volver a ver. En un intercambio básico de palabras y miradas, gestitos con los ojos señalando, y la mirada del hijo del dueño como de resignación, me di cuenta de que habas se cuecen en todos lados, y que una ciudad tan hermosa, con una gente tan dulce y pasional como el palermitano, todavía estaba castigada por el aislamiento... 

Ese aislamiento forjó una excelente gastronomía, pero también una corrupción que todavía sigue muy fuerte en esa tierra adonde siempre hay una sonrisa con un plato caliente de comida.




El Guerrillero Culinario


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