sábado, 25 de agosto de 2012

El Camino Guerrillero del Vino (Parte 3)



Esta tercera parte (PARTE UNO y PARTE DOS) no intenta ser más que una simple crónica de los momentos gastronómicos más memorables mi viaje por Mendoza.

Mendoza tiene, considerando a todas las ciudades del interior del país, uno de los polos gastronómicos más amplios que conocí. Este abanico de características nos abre muchas mas posibilidades de éxito ya que cubre las expectativas de todos los comensales.

Las bodegas y el turismo internacional llevaron a que muchos Chefs con reconocimiento a nivel nacional e internacional decidan instalarse en las cocinas de diferentes productores de vino, que a su vez, también ofrecen hotelería. Si bien la hotelería y los precios son, en la mayor parte de los casos, un tanto elevados, tampoco difieren mucho de lo que está costando comer bien en Buenos Aires o albergarse en un hotel boutique palermitano. Además, si estamos de vacaciones, tampoco vamos a llenarnos de sentimiento de culpa por gastar un poco más si podemos llenarnos de buen vino y olvidar nuestras penas y obligaciones… ¿No?

En mis ya 5 viajes a Mendoza comí en algunas bodegas, no en muchas, pero dentro de lo que puedo decirles: En todas las bodegas se come bien.

Entonces, mi recomendación a la hora de elegir es tomar los siguientes dos factores:

1 – Vino: Ir a comer a la bodega que hace el vino que te gusta. Ese vino que tomás seguido es el vino que vas a disfrutar en un momento especial, en una situación muy diferente a las anteriores. Si lográs enamorarte viendo los picos nevados del Cordón Del Plata, seguramente recuerdes esa sensación tan hermosa como entregarse por completo a los sentidos, cada vez que vuelvas a probar ese vino que tanto te gusta.

2 – La vista: La comida y la bebida se consiguen, claramente, en cualquier lugar del mundo. Podés irte a Delirium Café en Bruselas y tomarte una Quilmes o ir a Forumen Berlín y tomarte un Gran Medalla de Trapiche. Ni la Quilmes de Bruselas tiene a tus amigos de la infancia sentados al lado tuyo fumando porro ni el Gran Medalla en Berlín tiene a las montañas más imponentes de América (y porqué no decir las más hermosas del mundo). Hoy sigo recordando con excesivo detalle y exactitud el cuadradito de queso, el cuadradito de membrillo, el Gimenez Riili Gran Reserva Malbec, a Paloma en ese momento diciendo que ese fue el vino más rico que probó en toda su vida, a Emilianno Izquierdo acompañándome en ese instante con su cara de placer re-descubriendo lo mejor que tiene la vida, y a las montañas brillando en el fondo como un espejo de los hermosos sentimientos que florecen por un momento único, que no se volverá a repetir nunca más.

Si podés elegir un lugar para comer así. Felicitaciones. Estás siendo feliz.

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Casi de la misma forma que los Ingleses, los mendocinos aman ir a los parques. Quedó demostrado con el Parque Central que, siendo de un tamaño súper considerable, estaba repleto de gente.

Esas ganas de estar afuera van acompañadas de un clima muy tentador, ya que las noches son excelentemente tolerables más allá del calor sufrido al rayo del sol.

No se puede pretender más gastronomía que algunas empanadas ofrecidas por personajes como el Hippie/Loco de la Pizzería El Colesterol. Pero vale la pena pasar una noche disfrutando tan sólo de las estrellas como pecas en una espalda.

Si, en cambio, preferís una noche con más onda, te subís al auto y enfilás a “la Arístides”. Arístides Villanueva es la calle, por excelencia, donde vas a encontrar una oferta gastronómica digna de Cañitas, Palermo o San Telmo.

Entre los lugares que hay les voy a recomendar un bar al que fui por recomendación de Emilianno y Francisco, dos guerrilleros culinarios. PH.

Public House (en el 282 de la Arístides) es un bar donde lo que reina es: coctelería excelente y gastronomía perfecta. Te lo pueden decir mis papilas gustativas que probaron ese pinche de pollo teriyaki con timbal de verduras que descocía hasta la última parte de la lengua.

Te bajan el Rissotto de lomo y hongos y al primer bocado te vuela la cabeza. Gastronomía rendidora, platos grandes y sabrosos. Ideales para hacer la digestión y sumarles alcohol de forma lenta pero continúa.

El mejor de fue el Chop Suey de langostinos. Sabor pleno. Ya no necesitaba sublimar con sexo, música, arte… Tenía mi Chop Suey… El mundo se destruía ese mismo día y yo feliz.

Si querés probar los tragos de la barra, se dice por ahí que los mejores mojitos de Mendoza los hacen en este reducto gastronómico. No conozco los demás bares, pero que aplasta a la mayoría de los bares porteños, de eso estoy seguro.

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Si querés cortar un poco con el vino, a unos metros de la bodega Trapiche tenés Beer Garden, un patio cervecero súper hippie donde la comida básica son empanadas y pizza, para combinar con cerveza tirada.

Las empanadas de carne, como toda empanada de carne del interior del país, puedo decir que es espectacular, jugosa como una naranja en verano. Y de las birras puedo decir que me sorprendieron. Excelentes cervezas tiradas, tranquilamente comparables con las Gabrinus, Antares o las caseras de Buena Birra Social Club. Quizás no fue ni la empanada ni la birra sino estar tirado a la sombra en uno de los días más felices de mi vida…

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Por último les dejo el dato del antro bajonero por excelencia de Mendoza… Papito Barloa… Con ese nombre, ¿cómo no van a tentarse con ir a comer ahí?

Sobre la avenida San Martín al 300 te vas a tomar con un reducto apto sólo para entendidos. Copando unos 40 metros de vereda con sillas e intentando poner mi tonada lo más mendocina posible para no terminar violado en el fondo del local empezó el ágape gastronómico basado en UN SOLO producto… Lomitos…

Si tengo que dar mi postura de cocinero voy a decir que es un simple lomo cocido a la parrilla con la menor cantidad de control bromatológico existente en el planeta. Si tengo que dar mi postura de comensal voy a decir que es un lomito bien grasiento, sabroso, típico de “chegusán de cancha”. Si tengo que dar mi postura de comunicador gastronómico voy a decir: ¡VAYAN! ¡ESOS LOMITOS LA ROMPEN! GRASA, SABOR, SIMPLES, BÁSICOS, CON SABOR A CARBÓN QUE QUEMA GRASA A LO LOCO. ¡¡¡¡SON LO MÁS!!!!

La única foto que tengo (porque no pensaba pelar la cámara digital ahí) la tomé con el celular. Sé que no es gran foto (es una porquería, está bien), pero igualmente no reflejaría lo que fue el momento, íntimo, de comer un lomito en el mítico antro mendocino que muchos porteños desconocen…

Pudiera seguir contándoles más, pero me gustaría que tomen la ruta 7 y vayan directo a esta hermosa ciudad. Por algo estoy enamorado de Mendoza hace tanto tiempo... Ahora sólo les resta a ustedes abrir sus sentidos y dejar que Mendoza haga lo suyo...


El Guerrillero Culinario

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